Gracias a los avances científicos de numerosos estudiosos hoy en día no tenemos ninguna duda sobre la localización física de la memoria en nuestro organismo.
La memoria no es algo abstracto que pulula por la mente sin orden ni concierto, sino que físicamente se localiza en determinadas zonas del córtex cerebral.
Los recuerdos son re-creaciones de sucesos vividos filtrados a través de los sentidos. Dependiendo del órgano que haya intervenido en su percepción (vista, olfato, oído…), el recuerdo será de un sentido o de otro y será almacenado en una parte u otra del cerebro. Más tarde esos recuerdos aflorarán a la conciencia bien de manera casual o evocada conscientemente por el sujeto.
Podemos decir que existen varios substratos o niveles de consciencia de la memoria.
Estos niveles, según diversos autores, son tres:
1) Un nivel inconsciente donde se almacenan una enorme cantidad de recuerdos de todo tipo y que sólo cuando aparece un estímulo adecuado, un detonante, aflora a la consciencia. Esta es una memoria involuntaria y con frecuencia es de una importancia capital en el estudio del comportamiento de las personas. Es la magdalena de Proust…Un sabor nos evoca unos recuerdos.
2) La memoria pasiva es aquella a la que accedemos con dificultad. Para recordar cosas de nuestra memoria pasiva debemos recurrir en ocasiones a reglas mnemotécnicas o realizar un esfuerzo de concentración. Es aquello que tenemos en la punta de la lengua…¿Cómo se llamaba…?
3) La memoria inmediata es la que utilizamos en nuestra vida cotidiana. Los datos que manejamos para desarrollar nuestro quehacer cotidiano: el lenguaje común, los nombres de las personas cercanas, la dirección de nuestra casa, fechas de aniversario y cumpleaños, etc…
Así mismo, atendiendo a la proximidad o lejanía con respecto al momento presente podemos también clasificar la memoria en tres estadios diferenciados:
A) La memoria sensorial ultra-corta: recibimos las informaciones pero no las analizamos. Alguien nos dicta una carta y memorizamos las palabras el momento justo para escribirlas. Luego las olvidamos.
B) La memoria inmediata o a corto plazo: recibimos las informaciones y únicamente las retenemos unos instantes, lo suficiente para actuar con ella. Luego olvidamos los datos. Por ejemplo acudir a un listín telefónico cada vez que queremos llamar por teléfono. Retenemos ese dato sólo hasta el momento de marcar. Si tenemos que volver a llamar tenemos que volver a consultarlo. (Esta memoria entronca con la memoria pasiva de la que hemos hablado unas líneas más arriba. Posiblemente podamos recordar ese número de teléfono si hiciéramos un esfuerzo y mediante reglas mnemotécnicas).
La memoria ha sido en ocasiones comparada con una gran biblioteca, un gran archivo de imágenes, sensaciones, palabras y datos. Si por cualquier causa la memoria falla, los archivos desaparecen o se borran y se hace imposible acceder a esa información. Es lo que ocurre en los casos de amnesia o pérdida de memoria.
Esto puede ser una imagen un tanto simplista, ya que, como sabemos, la memoria no es algo puramente estático, un almacén pasivo de recuerdos, sino que es algo más dinámico y complejo
Es bien cierto que la especialización de cada una de las partes del cerebro es un hecho científicamente demostrado, pero todavía hay un largo camino que recorrer en el estudio del cerebro y de la memoria.
La complejidad de las conexiones neuronales del cerebro hacen que este campo sea todavía un inmenso campo de investigación científica donde hay todavía gran cantidad de mundos por descubrir.